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jueves, 21 de abril de 2011

1.- La carta.

El sol no parecía dispuesto a salir aquella tarde, el cielo estaba totalmente cubierto por una gruesa capa de nubes grises, de un momento a otro caería la noche lo que no supondría un gran cambio en la iluminación de aquel pequeño pueblo de Londres. Las farolas se encontraban encendidas y proyectaban una luz anaranjada a la estancia la cual se difuminaba con la humedad del ambiente. Una niña de aparentemente once años de edad con el pelo castaño oscuro tan oscuro que se confundía fácilmente con el negro y la piel un tanto pálida se encontraba mirando por la ventana sentada sobre su alféizar interior, parecía estar esperando algo, tenía la mirada perdida en un punto fijo de la estrecha callecita en la que se encontraba su casa, apoyó la mano derecha sobre el cristal dejando una marca, suspiró y su aliento empañó una pequeña parte del cristal, justo la que se encontraba mas cerca de su cara. Lo único que se oía en aquella habitación era el sonido de su acompasada respiración. El gris del cielo se fue tornando cada vez mas negro conforme caía la noche, tras un largo rato la niña se levanto, se colocó bien el pantalón y salió de su habitación dando pequeños pasos, iba absorta en sus pensamientos, mirando sin sentido sus pies al caminar. Bajó las escaleras hasta llegar a la cocina donde se encontraba su madre lavando los platos, una señora alta y delgada cuya media melena rojiza hacia juego con su anaranjada camiseta, su piel no era tan pálida como la de la niña si no un poco mas bronceada, sus ojos eran grandes y de color castaño y su nariz muy recta aunque un poco redondeada al final. Ignoró la presencia de su madre y tras beber un vaso de agua regresó a la planta superior de la casa, se metió en el cuarto de baño cerrando la puerta tras de sí y se miró en el espejo con detenimiento, un flequillo poblado y recto tapaba por completo su frente llegando justo hasta la mitad de sus cejas las cuales eran finas, definidas y del color de su cabello, quizás un poco mas oscuras, sus ojos eran grandes y con el iris de color miel aunque a mitad de el se dibujaba una fina linea verdosa, su nariz era finita muy parecida a la de su madre y sus labios bastante finitos y rosados, tenía un pequeño lunar en el lado izquierdo de la cara justo encima del labio. Abrió el grifo del lavabo, metió las manos debajo del chorro de agua y se las llevo a la cara mojandola ligeramente en un intento despejarse, a continuación entró en su cuarto y se acostó en su cama, cerró los ojos con fuerza tras taparse con un grueso edredón intentando quedarse dormida y alejar todo pensamiento de su mente.
A la mañana siguiente se despertó mas tempano que nunca, unos inusuales rayos de sol se colaban por su ventana proyectando la luz directamente sobre su cara, se frotó los ojos y se incorporó en la cama. Abrió mucho los ojos al mirar al calendario que había colgado en su pared, era el día, su gran día. Recorrió todos y cada uno de los rincones de su habitación con la mirada en busca de algo, su mirada se detuvo sobre su colchón, había encontrado lo que tan ansiadamente buscaba. En su colchón sobresalía un pico de lo que parecía ser el sobre de una carta y así era, el resto del sobre se encontraba debajo de su almohada. La temblaban las manos, respiró hondo y recogió la carta, la abrió con impaciencia rompiendo un poco el sobre y comenzó a devorar las lineas escritas como si no quedase tiempo en el mundo para leer aquella carta. Tras leer la carta se quedo absorta de nuevo en sus pensamientos esta vez imaginando lo que le esperaba en un futuro no tan lejano, olvidando por completo que era su cumpleaños.
Al medio día su madre la llamo a comer, su padre también estaba esperándola sentado a la mesa para comenzar a comer.

-¡Felicidades hija! - Exclamo su madre nada mas verla aparecer en la cocina mientras servía la comida.

-Felicidades Chlóe. -La felicitó su padre tras mirar hacia atrás para verla. Se quedo callado durante un segundo mirándola y luego abrió la boca de nuevo para hablar.- ¿Qué has estado haciendo durante toda la mañana en tu cuarto?

Su padre era un hombre muy serio rara vez se le veía sonreír, al igual que su madre era alto y delgado, el pelo lo tenía muy corto por lo cual no le haría falta ni peinarse y de color castaño oscuro, sus cejan eran un tanto gruesas, sus ojos grandes y azules verdosos, la nariz ligeramente curvada hacía abajo, debajo de ella reposaba un bigote muy bien recortado y sus labios muy finos.
Ella quito las manos de detrás de su espalda pues allí ocultaba la carta, alzó el brazo derecho con la carta en la mano y se la mostró a sus padres a la vez que esbozaba una amplia sonrisa llena de ilusión.

-¡Me llegó!,¡Por fin me llego! -Grito entusiasmada y le entregó la carta a sus padres para que la leyesen.

Sus padres comenzaron ha hablar entre ellos y a lanzarse miradas de complicidad.

-No creo que sea buena idea que vaya Lewis... después de todo lo que pasó en ese colegio...

-Tienes razón, pero de todos modos sigue siendo el colegio mas seguro ademas todo el peligro paso, cuando pasó eso nosotros estábamos estudiando allí y fijate aquí estamos...

-Pero...- Replicó ella, pero se quedo callada.

-No la va a pasar nada, mañana iremos a por su material. -Lewis miró a su esposa con cara tranquilizadora.- No puedes prohibirla que vaya después de todo lo que sabe, después de todo lo que la hemos contado, esta preparada y lo sabes.

Chlóe miraba a su padre tremendamente sorprendida era la primera vez que su padre la permitía hacer algo con lo que su madre no se mostraba muy de acuerdo y no al revés. Se quedó pensando en lo último que dijo su padre, era cierto, se sabía de memoria todos los cuentos de Beedle el Bardo, hasta podía recitarlos casi con las palabras exactas, y era consciente de todos los sucesos acaecidos en el mundo mágico años anteriores, tenía constancia de que era peligroso pero también era consciente de que al cruzar una calle se tenía cierto peligro pues te puede atropellar un coche, era todo tan relativo.

-Pero mamá, papá tiene razón. Harry Potter ya derrotó a.. -Dudo durante unos instantes de si debía pronunciar su nombre o no- Voldemort. ¿Qué podría pasarme ahora?, ademas -añadió- ahora esta Minerva Mcgonagall de directora.

Al final Mery, su madre, dio su brazo a torcer.

-Mañana iremos al callejón Diagon a por tu material.- Dijo Mery poniendo final a la conversación y se levantó de la mesa.